sábado, 24 de diciembre de 2016



 Trabajo de Incorporación a la Academia de la Lengua Capítulo Carabobo
El escritor como artista integral ante los retos  de la comunicación actual
Denis Miraldo

Capítulo III: Sobre la conexión en el arte
Escenificar los versos, transformarlos en canciones, en danza, en poesía visual. Es la perfopoesía que la agrupación valenciana El Taller de Calíope ha desarrollado en los últimos años, con festivales y los recitales multidisciplinarios con una base dramatúrgica. 

El énfasis en autores locales como José Rafael Pocaterra, Vicente Gerbasi, José Joaquín Burgos, Victor Racamonde, Abigail Lozano e incluso las frases encendidas de Simón Bolívar y Manuela Saenz se han convertido en diálogos poéticos y canciones que superar la barrera del tiempo y la indiferencia y revitalizan el legado literario para las generaciones del presente y del futuro. Como decía Joan Miró, “Para ser universal hay que ser profundamente local”.
Así que ya no son solo el cine y el teatro los capaces de interactuar con otras artes. Para nosotros la poesía, la literatura es materia prima del producto final o es hilo conductor de un discurso escénico lleno de significantes y significados.

En una ciudad desconectada y desarraigada, le hemos dado vitalidad a la Casa José Rafael Pocaterra, hace poco levantaba de esa ruina que va borrando para siempre la arquitectura del centro de Valencia proceso al que asistimos como testigos pasivos o dolientes sin funeral. 

Por eso hemos ido a la tumba del escritor en el Cementerio Municipal, a hablar de historia, a conversar, a orar, a cantar, como si visitáramos la última morada de un amigo para recordarlo, porque un escritor como Pocaterra necesita urgentemente ser redescubierto, para denunciar la larga sombra de la decadencia que se extiende hasta nuestros días en nuestro país.

Y cómo máxima expresión del carácter social del arte literario enriquecido por la interacción, propongo hacer entre todos un gran cadáver exquisito, un caligrama en estética de mandala, un ejercicio colectivo para renunciar a tanto ego improductivo que nos aleja de la lucidez necesaria para entender esta vida y recrearla a través del arte. La imaginación de nuevos universos, la construcción del mundo posible.
Volviendo a la adolescencia, guardo un recuerdo inolvidable, en los días en que estudiaba en la Escuela de Música Sebastián Echeverría Lozano, dirigida en ese  entonces por Cristóbal Gornés. Estaba en el pasillo sentado cerca de la mamá de algún compañero y comencé a cantar a capella una vieja canción. 

Yo penoso como siempre, comenzaba a tener un poco de seguridad para cantar frente a otra persona, y de repente noté que unas lágrimas van bajando desde los ojos por las mejillas hacia pensamientos distantes. Empecé a entender que tenía una misión en la vida. Al año siguiente, siendo aun estudiante, el profesor Gornés me pidió que me encargara de la clase de teoría y solfeo de los sábados. 

Ahí supe que iba por buen camino, el mismo que me trajo a trabajar por la cultura de mi ciudad y hoy me trae aquí ante ustedes para incorporarme a la Academia de la Lengua, no de una manera decorativa, sino para seguir construyendo esa sociedad posible, no la de la esperanza y la utopía, sino una muy real que se edifica a diario desde el pensamiento, las artes, las letras y la acción.

Conclusión: Volver al inicio

Desde tiempos ancestrales, a la luz de la antorcha, frente al mar o en la cueva, el ser humano interactúa con la realidad en sus múltiples expresiones. Los hermanos mayores cuentan a los otros niños sobre su valentía en una escena épica de cacería con diálogos y expresión corporal, mejor dicho teatro. En una pared lateral, otro joven dibuja con vivos colores la escena con maestría y referencias astrales y de dioses olvidados. Las mujeres practican la danza de la cosecha o de la lluvia, o de la muerte, con las niñas. El anciano conversa con los adultos sobre la cacería del día siguiente y les narra historias antiguas de dioses y bestias parlantes. Cerca de la entrada de la cueva otros jóvenes tocan un tambor, una flauta y unas maracas. Nada más humano que eso.
“Muchos escritores, especialmente los poetas, prefieren dejar creer a la gente que escriben gracias a una especie de sutil frenesí o de intuición extática; experimentarían verdaderos escalofríos si tuvieran que permitir al público echar una ojeada tras el telón, para contemplar los trabajosos y vacilantes embriones de pensamientos”. Edgar Alan Poe
FIN

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