Trabajo de Incorporación a
la Academia de la Lengua Capítulo Carabobo
El escritor como artista integral ante los retos de la comunicación actual
Denis Miraldo
Capítulo III:
Sobre la conexión en el arte
En una ciudad desconectada
y desarraigada, le hemos dado vitalidad a la Casa José Rafael Pocaterra, hace
poco levantaba de esa ruina que va borrando para siempre la arquitectura del
centro de Valencia proceso al que asistimos como testigos pasivos o dolientes sin
funeral.
Por eso hemos ido a la
tumba del escritor en el Cementerio Municipal, a hablar de historia, a
conversar, a orar, a cantar, como si visitáramos la última morada de un amigo
para recordarlo, porque un escritor como Pocaterra necesita urgentemente ser
redescubierto, para denunciar la larga sombra de la decadencia que se extiende
hasta nuestros días en nuestro país.
Y cómo máxima expresión
del carácter social del arte literario enriquecido por la interacción, propongo
hacer entre todos un gran cadáver exquisito, un caligrama en estética de mandala,
un ejercicio colectivo para renunciar a tanto ego improductivo que nos aleja de
la lucidez necesaria para entender esta vida y recrearla a través del arte. La
imaginación de nuevos universos, la construcción del mundo posible.
Yo penoso como siempre,
comenzaba a tener un poco de seguridad para cantar frente a otra persona, y de
repente noté que unas lágrimas van bajando desde los ojos por las mejillas
hacia pensamientos distantes. Empecé a entender que tenía una misión en la
vida. Al año siguiente, siendo aun estudiante, el profesor Gornés me pidió que
me encargara de la clase de teoría y solfeo de los sábados.
Ahí supe que iba por buen
camino, el mismo que me trajo a trabajar por la cultura de mi ciudad y hoy me
trae aquí ante ustedes para incorporarme a la Academia de la Lengua, no de una
manera decorativa, sino para seguir construyendo esa sociedad posible, no la de
la esperanza y la utopía, sino una muy real que se edifica a diario desde el
pensamiento, las artes, las letras y la acción.
Conclusión: Volver
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Desde tiempos ancestrales,
a la luz de la antorcha, frente al mar o en la cueva, el ser humano interactúa
con la realidad en sus múltiples expresiones. Los hermanos mayores cuentan a
los otros niños sobre su valentía en una escena épica de cacería con diálogos y
expresión corporal, mejor dicho teatro. En una pared lateral, otro joven dibuja
con vivos colores la escena con maestría y referencias astrales y de dioses
olvidados. Las mujeres practican la danza de la cosecha o de la lluvia, o de la
muerte, con las niñas. El anciano conversa con los adultos sobre la cacería del
día siguiente y les narra historias antiguas de dioses y bestias parlantes.
Cerca de la entrada de la cueva otros jóvenes tocan un tambor, una flauta y
unas maracas. Nada más humano que eso.
“Muchos escritores,
especialmente los poetas, prefieren dejar creer a la gente que escriben gracias
a una especie de sutil frenesí o de intuición extática; experimentarían
verdaderos escalofríos si tuvieran que permitir al público echar una ojeada
tras el telón, para contemplar los trabajosos y vacilantes embriones de
pensamientos”. Edgar Alan Poe
FIN
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