sábado, 24 de diciembre de 2016



Sobre la responsabilidad social del docente 
y unas notas sobre la evolución literaria latinoamericana 
en la obra de algunos de sus principales exponentes
  
(Palabras de clausura del acto de incorporación de la 
Dra. María Pinto a la Academia de la Lengua de Carabobo)
Denis Miraldo
 
Ante todo debo expresar mi profunda gratitud a mis compañeros correspondientes y numerarios de la Academia de la Lengua de Carabobo por permitirme brindar estas líneas para la clausura del acto de incorporación de la Dra. María Pinto, quien ha presentado su trabajo de incorporación titulado “Narrativa fenomenológica de la literatura desde las voces nobeles latinoamericanas”.

En primer lugar voy a hacer un breve repaso por lo que han significado para mí los autores seleccionados por la profesora: Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y Gabriela Mistral, escritores determinantes para entender la evolución de la literatura latinoamericana con una influencia de grandes dimensiones en la cultura occidental.

Brevemente comienzo con Mario Vargas Llosa, cuya obra “Pantaleón y las visitadoras” me mostró la capacidad de la literatura para denunciar una realidad, como lo es la gran hipocresía de una sociedad machista, en una operación de la institución militar para dotar de servicios sexuales a los soldados de la Amazonía Peruana. La historia que empieza de manera bastante inocente e, incluso, invitando al lector a justificar esta acción, va revelando la confrontación entre los principios éticos de un buen soldado frente a las órdenes de sus superiores.

El caso de Gabriel García Márquez fue más allá para mí, pues en el confluían mis propios intereses intelectuales, la literatura, el periodismo, el realismo mágico. Empezando por “Relato de un náufrago”, pasando por los cuentos y las tres veces que leí “Cien años de soledad”, lo que me sumergió en trescientos años de los enredos de los Buendía en Macondo, el Gabo resultó una inspiración fundamental, al partir de la realidad para crear otros mundos, crear el arquetipo del pueblo latinoamericano, conectar el periodismo con la literatura, ahondar en los misterios humanos, explorar las tierras rurales a través de una fantasía, cargada de realismo, mágico, maravilloso, creativo, y esa frase que nunca se borró luego de la primera lectura: “porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Por cierto, y esto es verídico, esta mañana en esta misma casa de José Rafael Pocaterra, creo que fui el único en ver a una pequeña mariposa amarilla revoloteando sobre los nuevos miembros de la Asociación de Escritores. Se posó juguetonamente entre las columnas de la casa antes de volar definitivamente hacia el cielo lluvioso de Valencia. En estas jornadas en las que celebramos el Día Nacional del Escritor, ese pequeño detalle, realista y mágico, aun me deja sin palabras, mudo ante esas instancias lúdicas del universo, definitivamente superiores a nosotros.

No deseo extender este discurso, así que voy al grano: Pablo Neruda, orfebre de la poética amorosa. Consulta obligada para cualquier adolescente cursi como yo, en busca de las palabras apropiadas para enternecer el corazón de la amada, o de la que creíamos amar en esos años tempranos. Me gustas cuando hablas, poeta, porque estás como creativo, porque me haces sentir vivo.

Gabriela Mistral, una simbiosis perfecta de pedagogía y arte literario, el mistral de cuarzo, la gema preciosa de la poesía chilena, como le bautizamos en un reciente recital de mi agrupación El Taller de Calíope, quien me enseñó que el arte para niños no es un arte menor, que debería ser un arte supremo y de mayor responsabilidad al cultivar al lector o público del futuro, la nueva generación, lo que llamamos el hombre y la mujer nueva. Desde mi grupo Tknela Teatro, lo entendimos hace veinte años y marcamos a fuego una frase en nuestras mentes y corazones: “Todos los niños tienen derecho al arte”

Miguel Ángel Asturias, conectado con las culturas originarias de Guatemala, reconocido en el mundo por su aporte como escritor y periodista con su estilo de la “corriente de la conciencia”. Esa misma conciencia que me hace invitar a los literatos carabobeños a ahondar en nuestras raíces y revitalizar, o por lo menos, recrear, estas antiguas culturas de la Cuenca del Valle de Valencia, actualmente ignoradas, muchas veces despreciadas, pero con el potencial de convertirse en motores de trascendencia universal, desde lo local. Estoy seguro que más de uno se puede llevar una sorpresa si investiga, por ejemplo, el significado poético de la toponimia ancestral carabobeña.

Por último el mexicano Octavio Paz, uno de los más grandes poetas hispanos de todos los tiempos. Experimentador, inconformista, difícil de encasillar o etiquetar en un estilo, creador de los Topoemas. Dicen que vanguardista o metafísico, que navegó desde la preocupación social hasta el existencialismo, la soledad, la incomunicación, en fin, la belleza innata de las palabras al servicio de la necesidad de comunicación del artista.

En el excelente trabajo de María Josefa Pinto Delgado, leemos su punto de vista de las categorías fenomenológicas de la literatura, como metagenealogía lectural, como huella de comprensión social del destino común, como esperanza eterna del presente con la palabra actuante, como bola de cristal para la justicia social y como hogar del trabajador cultural.

Yo, en mi humilde aporte, sólo puedo concluir celebrando la existencia de profesionales como ella que conectan con hilo dorado finamente bordado, la intelectualidad, la vocación del docente, la inquietud de aprender, el entendimiento profundo de esta maravillosa profesión que debería estar reconocida y dignificada como el más elevado y delicado oficio que es, todo con una sola idea suprema: la responsabilidad social del docente consciente de su entorno y enamorado plenamente de la formación de las nuevas generaciones para la salvación de esta humanidad. 

Usted, profesora, ingresa a la Academia de la Lengua de Carabobo, por la puerta grande, una puerta de la luz y hacia la luz. El conocimiento brindado con amor. Hoy nosotros lo hemos recibido y, con gratitud, le reconocemos con un majestuoso aplauso a su sensibilidad literaria y a su aporte en la educación de Venezuela y Latinoamérica.

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